Decepcionado con el sistema universitario español (ya sabéis el nuevo chistecillo, aquí cuando te licencias tienes tres salidas: por tierra, por mar y por aire) y a punto de conseguir un nada desdeñable empleo veraniego (debo ser el único en todo el país), vuelvo a Mi Bufanda. Aún a sabiendas de que he demostrado no tener palabra, intentaré, esta vez sí, no tener esto tan abandonado como en el último mes.
Esta semana el amigo Sandro nos deleitó con un pataleta retransmitida en directo en la que se nos acusaba de ser el Anticristo o algo así, tampoco le presté mucha atención. No es que me sorprenda el contenido sino más bien el momento, en un momento de calma chicha en el que esta gente nos importa más bien poco a los madridistas. Pese al grave trastorno de personalidad que demostraron atizando el fuego por atizar, cuando ni siquiera hay competición, el departamento comunicación del Real Madrid estuvo al quite y el club emitió un comunicado en el que sutilmente nos descojonábamos en su cara (antológico ese "ejemplo para todos los niños del mundo" de la última frase, toda una patada en los valores de los falsos humildes).
Felizmente parece que vamos aprendiendo a querernos un poquito más. Estoy harto de los madridistas con peros. Nuestro objetivo es demasiado grande y nuestro barco demasiado pequeño para los complejos. Es frecuente que muchos escritores, periodistas, cineastas y personajes públicos de todo tipo, a la hora de reconocer su afecto por el Real Madrid añadan coletillas del estilo "pero reconozco que fulanito es mejor" o "pero no estoy nada de acuerdo con su manera actual de hacer las cosas". ¿Desde cuando un hincha de un equipo se dedica a hacerle la pelota al rival? ¿Qué mierda de fidelidad es esa? Conozco muchos madridistas que antes que piropear al enemigo harían gárgaras con aguarrás, pero no, lo que hace esta gente, que tiene el altavoz a su disposición para difundir la palabra y servir de ejemplo a miles de merengues, es bajarse los pantalones y engendrar una masa borrega que pide perdón por su estima por un escudo determinado. A veces, viendo el veletismo de sus notables, uno deja de extrañarse de que España vaya como va.
Rebuscando en mi arsenal madridista encontré un librillo publicado por el viejo As de la era pre-Prisa, titulado "Juanito, todo corazón". Repleto de fotos como la que encabeza esta entrada (que en su día sirvió para un memorable tifo en el Bernabéu), me recordó a aquel manido tópico de que el Madrid necesita "once Juanitos". Firme defensor de los profesionales comprometidos y de calidad frente al argumento del amor a los colores, yo siempre he creído que más que once Juanitos en el campo necesitamos 80.000 en las gradas. Esa es la verdadera importancia del malagueño en nuestra historia: hacernos ver que el Madrid seguirá siendo el mejor con estrellas que quizás no hayan mamado el madridismo desde la cuna, pero no podrá serlo si detrás no nos tiene a nosotros con la firme determinación de defender lo nuestro y pararle los pies a los contrarios.
A Juan jamás le dio vergüenza reconocerse madridista acérrimo ("si yo fuera seguidor del Real Madrid, sería un Ultras Sur") y era así con todo lo que se relacionaba con su vida. En el 82 no tuvo reparos en reconocerse de derechas y votante de AP simplemente porque había pagado 50 millones a Hacienda en tres años y quería saber lo que el PSOE le ofrecía a cambio. Sin complejos, sin medias tintas: Juanito.
Esta inmersión en los ochenta a través del librillo sobre el mítico 7 blanco trajo a mi mente melodías de un grupo musical de la época que, casualmente, casa mucho con todo esto. Se trata de Los Nikis, un grupo que descubrí cierto día a través de Fans del Real Madrid y al que tampoco le hacía falta la aprobación de nadie para hacer lo que le gustaba. La ignorancia es atrevida y los ha querido etiquetar políticamente por los temas de sus canciones. Basta darse una vuelta por los comentarios de sus vídeos en Youtube para ver cuanto inútil anda suelto. Lo único cierto es que eran pijos, puesto que no les costaba reconocerse como tales con una sonrisa.
La única intención de las letras de los Ramones de Algete era sacar una sonrisa y cuentan las crónicas que sus conciertos (que no es que fueran precisamente frecuentes) eran los más divertidos de la Movida. Como también que varios de sus integrantes eran madridistas e incluso asiduos a los partidos del Real en el Bernabéu. De hecho, en algunas de sus canciones se menciona directa o indirectamente al club blanco. Destaca por encima de todos el tema "Enrique el ultrasur", basado en un compañero de clase que era un auténtico forofo merengue y que acabó siendo directivo de una importante petrolera española. Componer un tema sobre ultras con sentido del humor en una época en la que el fenómeno de la violencia en los estadios empezaba a llegar a nuestro país les hizo volver a ser tachados de Dios sabe que cosas sin sentido, que aún hoy perduran en el imaginario de los de la boina a rosca y las miras estrechas. Pero sin duda la referencia al Madrid que más me gusta de sus letras es la de "En las redes de Kirchoff", una canción en la que un aficionado cae en desgracia al manipular su transistor en medio de un interesante partido entre nuestro equipo y el Barcelona en el que las cosas marchan favorables a nuestros intereses. Véase también "Inquisición", tema de su disco de regreso "Más de lo mismo" de 1998, en el que se insta a ajusticiar a los fantasmas del Heliodoro.
Muy recomendables. Más gente como ésta necesitaríamos en el Madrid (y en el mundo).
Esta semana el amigo Sandro nos deleitó con un pataleta retransmitida en directo en la que se nos acusaba de ser el Anticristo o algo así, tampoco le presté mucha atención. No es que me sorprenda el contenido sino más bien el momento, en un momento de calma chicha en el que esta gente nos importa más bien poco a los madridistas. Pese al grave trastorno de personalidad que demostraron atizando el fuego por atizar, cuando ni siquiera hay competición, el departamento comunicación del Real Madrid estuvo al quite y el club emitió un comunicado en el que sutilmente nos descojonábamos en su cara (antológico ese "ejemplo para todos los niños del mundo" de la última frase, toda una patada en los valores de los falsos humildes).
Felizmente parece que vamos aprendiendo a querernos un poquito más. Estoy harto de los madridistas con peros. Nuestro objetivo es demasiado grande y nuestro barco demasiado pequeño para los complejos. Es frecuente que muchos escritores, periodistas, cineastas y personajes públicos de todo tipo, a la hora de reconocer su afecto por el Real Madrid añadan coletillas del estilo "pero reconozco que fulanito es mejor" o "pero no estoy nada de acuerdo con su manera actual de hacer las cosas". ¿Desde cuando un hincha de un equipo se dedica a hacerle la pelota al rival? ¿Qué mierda de fidelidad es esa? Conozco muchos madridistas que antes que piropear al enemigo harían gárgaras con aguarrás, pero no, lo que hace esta gente, que tiene el altavoz a su disposición para difundir la palabra y servir de ejemplo a miles de merengues, es bajarse los pantalones y engendrar una masa borrega que pide perdón por su estima por un escudo determinado. A veces, viendo el veletismo de sus notables, uno deja de extrañarse de que España vaya como va.
Rebuscando en mi arsenal madridista encontré un librillo publicado por el viejo As de la era pre-Prisa, titulado "Juanito, todo corazón". Repleto de fotos como la que encabeza esta entrada (que en su día sirvió para un memorable tifo en el Bernabéu), me recordó a aquel manido tópico de que el Madrid necesita "once Juanitos". Firme defensor de los profesionales comprometidos y de calidad frente al argumento del amor a los colores, yo siempre he creído que más que once Juanitos en el campo necesitamos 80.000 en las gradas. Esa es la verdadera importancia del malagueño en nuestra historia: hacernos ver que el Madrid seguirá siendo el mejor con estrellas que quizás no hayan mamado el madridismo desde la cuna, pero no podrá serlo si detrás no nos tiene a nosotros con la firme determinación de defender lo nuestro y pararle los pies a los contrarios.
A Juan jamás le dio vergüenza reconocerse madridista acérrimo ("si yo fuera seguidor del Real Madrid, sería un Ultras Sur") y era así con todo lo que se relacionaba con su vida. En el 82 no tuvo reparos en reconocerse de derechas y votante de AP simplemente porque había pagado 50 millones a Hacienda en tres años y quería saber lo que el PSOE le ofrecía a cambio. Sin complejos, sin medias tintas: Juanito.
Esta inmersión en los ochenta a través del librillo sobre el mítico 7 blanco trajo a mi mente melodías de un grupo musical de la época que, casualmente, casa mucho con todo esto. Se trata de Los Nikis, un grupo que descubrí cierto día a través de Fans del Real Madrid y al que tampoco le hacía falta la aprobación de nadie para hacer lo que le gustaba. La ignorancia es atrevida y los ha querido etiquetar políticamente por los temas de sus canciones. Basta darse una vuelta por los comentarios de sus vídeos en Youtube para ver cuanto inútil anda suelto. Lo único cierto es que eran pijos, puesto que no les costaba reconocerse como tales con una sonrisa.
La única intención de las letras de los Ramones de Algete era sacar una sonrisa y cuentan las crónicas que sus conciertos (que no es que fueran precisamente frecuentes) eran los más divertidos de la Movida. Como también que varios de sus integrantes eran madridistas e incluso asiduos a los partidos del Real en el Bernabéu. De hecho, en algunas de sus canciones se menciona directa o indirectamente al club blanco. Destaca por encima de todos el tema "Enrique el ultrasur", basado en un compañero de clase que era un auténtico forofo merengue y que acabó siendo directivo de una importante petrolera española. Componer un tema sobre ultras con sentido del humor en una época en la que el fenómeno de la violencia en los estadios empezaba a llegar a nuestro país les hizo volver a ser tachados de Dios sabe que cosas sin sentido, que aún hoy perduran en el imaginario de los de la boina a rosca y las miras estrechas. Pero sin duda la referencia al Madrid que más me gusta de sus letras es la de "En las redes de Kirchoff", una canción en la que un aficionado cae en desgracia al manipular su transistor en medio de un interesante partido entre nuestro equipo y el Barcelona en el que las cosas marchan favorables a nuestros intereses. Véase también "Inquisición", tema de su disco de regreso "Más de lo mismo" de 1998, en el que se insta a ajusticiar a los fantasmas del Heliodoro.
Muy recomendables. Más gente como ésta necesitaríamos en el Madrid (y en el mundo).